El movimiento de los trabajadores rurales sin tierra

Mouvements Sociaux

Nación iberoamericana que desechó tardíamente instituciones aberrantes como la monarquía y la esclavitud, Brasil es, de modo simultáneo, tierra de desarrollo económico impresionante, contrastes sociales palpables e invaluable riqueza cultural. Con una rica herencia de luchas populares, el contexto brasileño abriga un conjunto de rasgos negativos esencializados en la persistencia del fenómeno que la investigadora y militante paulista Marilena Chauí denomina “autoritarismo social”. Se trata de la generalización de un modo vertical, personalista, racista, sexista, clientelista de ordenar las relaciones sociales, donde el hombre domina a la mujer, el rico al pobre, el urbano al rural, el blanco al negros, mestizos e indios, el adulto al joven y niño.

En su seno destaca la presencia de formas socioproductivas retrógradas, entre las que destacan la explotación infantil, el latifundio y la esclavitud. Junto a ello la existencia de un sistema político elitista, con una burguesía casi aristocrática muy poderosa, atrincherada en el legislativo. Y la hegemonía de un reformismo conservador, que desarrolla estrategias represivas y de cooptación de sectores populares capaces de desfigurar conceptos emancipadores, produciéndose una “confluencia perversa” señalada agudamente por Evelina Dagnino.

Simultáneamente encontramos rasgos positivos como la existencia de un movimiento social amplio, diverso y pujante, con tradiciones de lucha antidictadorial y dentro de la etapa “demoliberal”, que articula cristianos progresistas, sindicalistas, ecologistas, marxistas, movimientos socioterritoriales, culturales e identitarios. También la vigencia de un marco legislativo avanzado (Constitución de 1988 y otras leyes) que avala la participación, la equidad de género y la responsabilidad social del estado. Además, la difusión de prácticas culturales y dinámicas participativas innovadoras, especialmente lo que significó el experimiento inicial de los “presupuestos participativos” y los más variados proyectos de organizaciones civiles en el area de la educación popular, dejaran su marca y aun siguen moviendo el imaginário popular hacia iniciativas políticas más novedosas y avanzadas, como las experiéncias actuales de consejos gestores de servicios públicos, asambleas y tribunales populares en algunas grandes ciudades del país.

Dentro de ese panorama, es reconocido el MST como uno de los mayores, más expresivos y orgánicos movimientos sociales latinoamericanos. Su origen remonta a una articulación entre liderazgos de organizaciones campesinas, sindicatos de trabajadores rurales y activistas ocurrido en el estado de Paraná, sur de Brasil, en 1984, bajo el apoyo de la Comisión Pastoral de la Tierra (CPT), órgano de la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil (CNBB) con marcada y combativa actuación a favor de trabajadores y campesinos en los principales conflictos en el campo hace casi 40 años. En ese sentido, el MST, así como el Partido de los Trabajadores (PT), comparten una misma matriz formativa (intelectuales y activistas de izquierda y sectores de la iglesia popular y progresista), y se articulan en el interior de un mismo y amplio proceso de activación de la sociedad civil brasileña que se levantaba en contra la dictadura militar.

Curiosamente, gestado en el proceso de la democratización del régimen, o de la política en sus aspectos más formales, el MST cayó en los ojos de las élites nacionales y de las oligarquías estatales como un movimiento radical, dogmatico y estrecho, justamente porque reivindicaba como su principal bandera la democratización de la tierra, en un país donde aun hoy 56,7 % de la área agrocultivable sigue en manos de casi 3 % de propietarios latifundistas. Vergüenza que se explica por sus raíces históricas: Brasil es el único país del continente americano que no realizó jamás cualquiera experimento de reforma agraria, siguiendo como arcaica monarquía esclavista cuando todos los países de la región iniciaban sus procesos republicanos independentistas.

En ese escenario desarrolla su labor el MST. Poco a poco ha ido desplegando en las regiones rurales campamentos que, consolidados, devienen asentamientos, experiencias socioeconómicas donde los participantes miembros reciben como regla una renta mensual calculada a partir de su aporte de trabajo, además de poseer parcelas familiares de autoconsumo. Aunque algunos de estos asentamientos resultan ejemplos exitosos que facturan millones de reales, en general se trata de economias comunitarias donde las condiciones de vida resultan modestas en comparación com las promesas de confort urbano[1]. Pero sus asentamientos, concebidos mucho más que unidades de producción, devienen formas de recreación comunitaria que mediante la participación colectiva y la dinámica asamblearia, procuran resolver las necesidades de sus miembros. Hoy se calcula que viven unas 100 000 familias en los campamentos del MST, en un universo de 4,5 millones de famílias pobres del campo.

El MST es un movimiento socio-territorial que rechaza concebirse como una tradicional organización política de cuadros, asumiéndose como organización sociopolítica insertada dentro del movimiento de masas y potenciadora del protagonismo popular. Integra una perspectiva femenina (el Sector Nacional de Género) que le lleva a reconocer que la participación de las mujeres como protagonistas de la acción es condición triunfo y conquistas. Y tiende alianzas a sectores intelectuales, obreros y estudiantiles.

La experiencia educativa del MST es destacada, pues desde las primeras ocupaciones, la escuela del MST se integró a cada locación del movimiento. En 1988 se creó el Sector de educación orientado fundamentalmente a resolver la cuestión del analfabetismo, y ya entre 1989 y 1994 se puso en marcha el Colectivo Nacional de Educación, combinando los programas estatales y el financiamiento público, apoyos foráneos y recursos autogestionados.[2] Por su concepción emancipadora de lo educativo (que rebasa lo meramente instructivo) el MST postula la necesidad de incorporar a su militancia grupos de técnicos ideológicamente formados y comprometidos, formando además a sus cuadros políticos en diversas facetas del conocimiento humano.

Cree que no basta alfabetizar a las personas, sino que es preciso democratizar masivamente el conocimiento. Una idea rectora es convencer a la militancia que educarse es tan importante como ocupar un latifundio y que junto a la derrota de este y del capital hay que derrotar la ignorancia. Sus valiosas experiencias han recibido el premio UNICEF por el trabajo de educación desarrollado en las zonas de la reforma agraria.

Desde el III° Congreso Nacional del MST, realizado en 1995, fue explorada la posibilidad de realizar encuentros de masas, ganando popularidad la idea de superar la clásica noción de representación política y de la necesidad técnica, operativa, de restringir la participación. La percepción msetista ha sido que el incremento numérico de la participación incrementa el aprendizaje de colectivos e individuos. Fue ese espíritu el que favoreció la organización y desarrollo de un evento cómo el Encuentro Nacional de los Educadores de Ia Reforma Agraria (ENERA) en 1997.

Además el MST ha fundado entidades como el Instituto Técnico de Enseñanza e Investigación sobre Reforma Agraria (ITERRA) donde se ofrecen cursos para que los estudiantes no asuman un papel pasivo, transformandose en constructores de conocimientos e investigaciones. En el modelo educativo del MST los investigadores y el profesor de la escuela del asentamiento rural son trabajadores rurales, y la escuela debe producir conocimientos encaminados al beneficio y el bienestar de los trabajadores a partir de una nueva concepción de la vida rural. Como el programa MST porta una propuesta de reorganización radical del medio rural brasileño, ello supone democratizar el acceso a la tierra y al conocimiento. De forma pionera, el acceso a la educación, la revolución de modelos pedagógicos y la organización de nuevas escuelas para familias trabajadoras se consideran parte sustancial de la reforma agraria, problema pendiente cuyas raíces históricas exploramos a continuación.

El MST ante el problema agrario brasileño.

En 1850 el regente de Brasil, ya sintiendo los vientos abolicionistas que soplaban a su alrededor, decretó la Ley de Tierras, estatuto que transformaria todas las tierras no colonizadas en el interior del país en patrimonio del estado, quien pasaba a ser el responsable por su “distribución”. En los años siguientes tomó medidas gradualistas para la liberación de los esclavos (“ley de los sexagenarios”, “ley del vientre libre” y otros mecanismos que permitían que los esclavos pudiesen comprar su libertad) hasta la culminación total de la abolición en 1888. El siniestro escenario ya estaba armado: esclavos libres sin trabajo, tierra para cultivar e importación de mano de obra blanca europea para servir como trabajadores libres en las ciudades y en las industrias nacientes.

Pero la tragedia de la concentración agraria parecía tener su fin en los idus de los años 1960. Muchos movimientos campesinos emergían en el país, especialmente en la región nordeste, como las ligas campesinas de Francisco Julião. Un gobierno de gran sensibilidad social, formado por tecnócratas que creían en la posibilidad de articular desarrollo económico con disminución de las desigualdades, parecía hacer suyas las demandas populares por “reformas de base”. El golpe militar de 1964, no obstante, vetó por la fuerza esa oportunidad histórica de hacer justicia en campo.

En Brasil el grave panorama de concentración acelerada de la tierra, agudizado desde los años 60 del siglo XX, presenta hoy 152 millones de hectareas de tierra sin registro formal (de ellas 82 millones publicas, indebidamente apropiadas) sobre un total de 850 millones de hectareas de suelo brasileño. Esta estructura latifundiária nativa es defendida o tolerada por aquellos partidos e intelectuales que se denominan demócratas, liberales y socialdemócratas.

Será en el periodo de la redemocratización, en los 1980, que la lucha por la reforma agraria tome nuevo auge, en grande medida como reacción a las tensiones acumuladas por la política de “paz en el campo” sustenida por la dictadura militar. El proceso de elaboración de la nueva constitución política del país abrió camino para la legitimación de la ocupación de tierra como medida de denuncia y presión política, así como de los asentamientos como experimentos “legalmente reconocidos”. Entre finales de los 1980 y por toda la década de 1990 el MST fue responsable por un fuerte y combativo proceso de desmascaramiento de la existencia del latifundio y de sus correspondentes injusticias agrarias, y sus acciones culminarán en importantes procesos de desapropriación de tierras y regulamentación de las relaciones de trabajo en el campo.

Pero el avance del modelo del agronegócio en el gobierno de Lula han complejizado la situación de la lucha agrária. Ha aumentado el tiempo médio de permanência en los campamentos, al tiempo que el cansancio de ello derivado y el efecto de programas sociales incrementa las deserciones. El emprendimiento gubernamental suma al mundialmente conocido proyecto Beca de Familia un aumento de planes de crédito y compras mínimas a los pequeños productores, un plan de electrificacion rural denominado Luz para Todos y el apoyo a pequenas industrias em campamentos. Por todo ello las ocupaciones han disminuido de 496 em 2004 a 364 em 2007, segun informes de la CPT[3].

Los críticos derechistas del MST nunca comprenderán, sin embargo, que la reforma agraria defendida por el movimiento puede operar en los marcos económicos del capitalismo neokeynesiano y la legalidad del Estado liberal, a pesar de su bandera roja y de toda la iconografía revolucionaria que el movimiento reivindica.[4] Hoy Brasil demuestra las oportunidades e importancia de la pequeña producción eficiente para el desarrollo socioeconômico nacional: 30 % de la soya, 50 % del mijo y 30 % del ganado son producidos en fincas de menos de 200 hectareas[5]. Y a luz de una economía social de mercado, la reforma agraria genera más productores de alimentos y insumos, desconcentra las propiedades combatiendo los monopolios, dinamiza mercados locales, y produce renta que es revertida en consumo interno. Del punto de vista jurídico, el MST defiende la expropiación especialmente de las llamadas “tierras improductivas”, o sea, amparada en instrumentos de la propia constitución política del país que aboga por la “función social de la propiedad”. Más dentro del orden, imposible.

Entretanto, los críticos del MST se dirigen también en contra su método de presión política: la ocupación de la tierra, o en lenguaje corriente de los medios de comunicación privados, “las invasiones”. Al que el Estado, brazo armado legalmente instituido, o los guardias blancos, brazo paramilitar de los mismos dueños de los medios, las tierras y las empresas, responden con la más brutal violencia y represión. El caso de la masacre de Eldorado dos Carajás en 1996 es amargamente inolvidable en ese sentido.

Hay que reconocer, sin emargo, que el MST defiende un modelo de reforma agraria, aunque capitalista, muy distinto del modelo defendido hasta pocos años atrás, lo que João Pedro Stédile, uno de sus coordinadores nacionales, llama reforma agraria popular: basado en pequeñas y medianas unidades productivas, inspiradas en tecnologías alternativas y agroecológicas e integradas por cooperativas agroindustriales. Este hace necesario no solamente la desapropiación de la tierra, también un gran incentivo e inversión por parte del gobierno por medio de la liberación de créditos y financiamientos para proyectos, asistencia y capacitación técnica, y garantía de servicios públicos de salud y educación para los asentados.

Así que, en el seno de MST se ha producido una evolución del programa agrario hacia una forma superior de organización de la vida y la producción en el campo, capaz de desarrollar la calidad de vida del mundo rural frente a los atolladeros del descontrolado crecimiento urbano y los efectos de la transnacionalización agraria. Su objetivo es llegar a un diseño superador de los modelos campesino típico y del agronegocio, que asimile la división del trabajo vinculada al desarrollo técnico de las fuerzas productivas. Pero como en las entidades del MST la renta de la producción es dividida entre todos, se trata de garantizar el beneficio colectivo derivado del avance técnico-organizativo, combatiendo tanto las tendencias que esperan pasivamente las condiciones para el triunfo del socialismo y aquellas que aspiran a la integración individual del campesinado al mercado, con el fin de convertirlos en un pequeño capitalista.

El principal enemigo del MST, en ese sentido, es el agronegocio de tipo monocultivo exportador, mucho de cuyos emprendimientos son integrados o dirigidos por capitales transnacionales. Además de los obvios problemas ecológicos que acarrean, estos cultivos reafirman y legitiman la secular estructura de concentración de tierra del país.

El MST y el gobierno Lula

Con la victoria de Lula y del PT en 2002, mucho se esperaba que pudiera ser hecho en términos de las demandas por cambios en la estructura fundiaria en Brasil. Pero más allá de las maniobras estadísticas del gobierno, la verdad es que hubo más desapropiación de tierras en el gobierno neoliberal de Fernando Henrique Cardoso que en los siete años del gobierno Lula. Y el MST en ese periodo también fue un movimiento mucho más combativo de lo que es hoy en día.

Según el propio MST, durante el pasado año el Gobierno solo asentó 18.000 familias, mayormente colonizadores y no pertenecientes al MST. En contraposición, el Ministro de Desarrollo Agrário Guillermo Cassel declara que de 2003 a 2009 se asentaron 526.000 familias y que de continuar um ritmo esperado de 75.000 familias anuales, en una década el problema de la tierra habrìa desaparecido de Brasil. Por su parte las muertes derivadas de conflictos agrários se redujeron, segun el Ministro, de 43 casos en 2003 a solo 2 en 2008[6].

El juicio es complejo y delicado, pero varias son las razones que pueden explicar esas controversias. La primera y más obvia es que el MST de algún modo está representado en el gobierno del PT. Muchos de sus cuadros políticos eran también militantes del PT, y naturalmente, con la victoria del partido, asumieran cargos y funciones políticas en el nivel gubernamental. Así que la misma crítica de la merma de combatividad del MST puede ser también aplicada a otras organizaciones, como la CUT (Central Única de los Trabajadores), que hoy tiene uno de sus ex dirigentes como Ministro. Este proceso puede llamarse de cooptación, de domesticación, o de “silenciamiento estratégico” y en Brasil mucho se ha dicho (al gusto de la academia) sobre estas dinámicas de “modernización conservadora” o “revolución pasiva”.

La segunda explicación es que el gobierno invierte mucho en los asentamientos existentes, con créditos, financiamientos y políticas públicas. Y que así, el MST estaría pasando por un periodo de poner a la prueba la viabilidad de su proyecto de reforma agraria popular, y estaría más concentrado en la tarea de consolidar sus experiencias de producción y organización. De hecho, se puede observar que la vida de los asentados ha mejorado mucho, y en general ellos tienen una calidad de vida muy superior de los brasileños que viven en la periferia de las grandes ciudades.

De todo modo, la dirección del MST todavía parece creer que el gobierno Lula es un gobierno en disputa, donde conviven proyectos contradictorios de desarrollo para el campo[7]. Lo más sintomático coexistencia de un ministerio del desarrollo agrario (MDA) y del ministerio de la agricultura, pecuaria y pesca (MAPP), o sea, la agricultura familiar y la reforma agraria de un lado, y el agronegocio de otro. Eso integra la aparente esquizofrenia del gobierno en sostener en una misma coalición representantes de los más dispares y opuestos intereses. En términos de inversiones federales y proyectos, aun con todo lo que es dirigido a los asentamientos, la balanza siempre ha pendido más para el lado del agronegocio.

En 2008 el MST celebró sus 25 años de existencia, realizando su V Congreso postergado por su dirección desde el 2005 para evaluar mejor el reposicionamiento frente al gobierno Lula. En su documento final, el movimiento diagnosticó la urgencia por iniciar un proceso de masificación de la defensa de la reforma agraria, especialmente a través de la celebración de nuevas alianzas con las luchas sociales urbanas. Al mismo tiempo, se hizo una dura crítica a la política económica del gobierno federal, y a su incapacidad de moverse en dirección de la realización de un proyecto serio de reforma agraria.

Los más curioso es que el MST siempre hace su crítica al gobierno preservando la imagen de Lula, como si el gobierno y presidente fueran cosas distintas y separadas, o más bien, como si el ejecutivo fuese engañado o chantajeado por la “mala banda” que compone su gobierno. Siendo el MST según J. P Stedile un “(...) organizador colectivo de la voluntad de los pobres, confronta el dilema de poder criticar Lula y PT sin romper los lazos históricos com ambos. A la vez, impedir que los programas sociales extendidos a 17 millones de famílias pobres acaben totalmente con la movilizacion de los trabajadores sin tierra”.

No sabemos hasta qué punto esto refleja los compromisos entre la dirección del movimiento con sus cuadros que están en el gobierno, o con la propia figura del presidente, o si eso es algún tipo de patología de ciertos movimientos campesinos. Siendo eso, nos podemos remitir al caso ruso pre-revolucionario, cuando los campesinos más radicales luchaban y resistían al pago de los tributos usando en su defensa el propio nombre del “generoso Zar”, al que consideraban engañado por la corte de aristócratas que lo cercaban.

La participación en el MST: entre el protagonismo popular y las estructuras verticales.

El debate mayor dentro de las estructuras participativas del MST se despliega en los niveles locales (asentamientos) y estaduales. Allí son realizadas las evaluaciones de los que ocupan algún cargo, propuestos y valorados los nuevos candidatos. Estas asambleas involucran a más personas en las discusiones, disponen de más tiempo y las dinámicas participativas se adecuan a metodologías apropiadas a cada realidad regional o sectorial.

Sus organizadores consideran que esos procesos son potencialmente educativos para postulantes y postulados, toda vez que la discusión de problemas reales, acotados, debe generar compromisos de ambas partes. Los nombres que se aprueban en dichos conclaves, una vez ratificados en un encuentro nacional o una reunión anual de la Coordinación Nacional, pasan a formar la Dirección Nacional. En general cuando hay empates o victorias por una mayoría pequeña, se prefiere realizar nuevamente el proceso deliberativo. Por eso es que cuando en el MST se toman las decisiones existe tendencia a la unanimidad, pese a que ese recurso no aparece como obligatoriedad en los en reglamentos.

En los congresos nacionales masivos (hubo 17.500 participantes en el V Congreso¡) no hay igual espacio para el debate y este generalmente se uniforma. La votación queda como especie de formalización del debate político previamente generado en niveles inferiores y el congreso funciona como espacio de confraternización entre militantes, integrador de la pluralidad regional, cultural, socioclasista y racial del pueblo brasileño, y ente capaz de recrear y fortalecer la identidad en construcción del MST. Un gran objetivo de los eventos nacionales es proporcionar un momento de estudio para que la militancia interactúe con especialistas, profesores y/o políticos, para aclarar sus principales líneas de acción, evadiendo las discusiones desgastantes de grandes tesis programáticas.

La elección de liderazgos nacionales supone importantes procesos capaces, al menos formalmente, de promover la participación y democraticidad. Los miembros de la dirección nacional, deben ser escogidos contando con al menos el 50% + 1 de los votos. Ese mecanismo busca al parecer proteger al MST del encumbramiento de elementos oportunistas y garantizar elección de líderes legitimados a los ojos de la militancia.

Estos envidiables performances democrático-participativos sin embargo no acallan varias interrogantes sobre las dinámicas profundas al interior del MST. ¿Será que los procesos locales exitosos sustituyen la necesidad de deliberar en instancias superiores? ¿No existe la posibilidad (y la necesidad¡) de que las agendas en curso sean mejoradas ante el riesgo de una conformación selectiva (léase manipulación) por parte de dirigentes en instancias nacionales? ¿La prolongada permanencia de líderes como João Pedro Stédile (por demás intelectuales no procedentes de las bases), aun considerando su prestigio y compromiso, no sugiere posibles fallas en los mecanismos de rotación de cargos y promoción de cuadros jóvenes?

La cultura participativa del MST se relaciona con el hecho de que la metodología y forma de organización del movimiento han sido construidas como un proceso vivo. Las personas arriban trayendo al MST experiencias de otras organizaciones políticas, religiosas, gremiales, vecinales, y los aprendizajes de la vida cotidiana bajo el yugo de la explotación. Se cree importante estar abiertos a asimilar experiencias para los objetivos estratégicos trazados, y se dedica mucho tiempo a la mística en las actividades, con vistas a reforzar la integración en el movimiento.

El auge del MST en los 90 se vio acompañado por la aparición de otros movimientos sociales rurales similares. El MST ha asumido como justas las demandas de esos actores, aunque denunciándo frecuentemente su carácter corporativo y clientelar, sus objetivos focalizados y asimilables por un capitalismo que constantemente aisla y fragmenta a productores menores y reconcentra la propiedad de la tierra. Sin embargo el cuestionamiento a movimientos cuyos líderes son percibidos como protocaciques político y agentes del capital, puede expresar otros intereses. Algunos activistas la perciben como un intento del MST de hegemonizar la protesta social en diversos contextos locales brasileños, por lo que en este punto el discurso y los actos de la dirección del movimiento debe ser objeto de análisis particularmente cuidadoso.

Particularmente valioso para la comprensión de los procesos internos del MST fue el acercamiento al asentamiento Oziel Alves Pereira, en el municipio de Governador Valadares, estado de Minas Gerais. Enclavado en una zona tradicionalmente rebelde, fue escenario de la trunca experiencia piloto de Reforma Agrária iniciada en 1964 por el presidente Joao Goulart. Se trata de un asentamiento fortalecido, cuyos miembros ocuparon la tierra en 23 de agosto de 1994, la cual fue “homologada” (reconocida legalmente) el 26 de junio de 1996 y que hoy abriga um núcleo de 20 familias activas, unidos a 28 familias asentadas menos protagónicas y otras 12 familias de hijos de moradores recién independizados, totalizando 400 personas.

En dicho asentamiento se apreció la existência activa de un grupo de personas politizadas, con impresionante capacidad de análisis de la situación local y global, apropiados creadoramente del marxismo, de la agroecología y de la historia. Y que combinan esto con um lenguaje llano y el apego a su condición de trabajador rural, desarrollando una mística particular ligada a prácticas artisticas (musica, poesía) y la religiosidad popular. Se trata de “(...) un asentamiento, que pese a estar cerca de la ciudad, no se aisla y trata de mantener uma relación fluida com vida urbana sin perder su identidad”[8]

Pese a ello, un segmento apreciable de los asentados revela una dinámica participativa más pasiva. Una joven que estudió enfermeria en Cuba señaló que “la mayoría de la juventud no posee un compromiso activo aunque participen en algunas actividades y vivan aqui (...) los jovenes activos estamos en todos los sectores (salud, educación, etc), y a veces cuando hacemos actividades convocando nos consideran viejos si no hay, por ejemplo, forró.[9] Pero vamos batallando con eso y tenemos resultados.”

En el debate sobre procesos ideológicos y organizativos dentro del MST, emergió la demanda de fortalecer la participación y el compromiso en las prácticas locales frente al cansancio, los errores y los verticalismos. Un fundador del movimiento explicaba que “dentro del MST existen dos culturas políticas, la nordestina, mas autônoma y combativa y la del sureste, orientada a la conciliación con estructuras del estado. En general ha existido un predominio de la segunda, de raiz paulista, pues de los 10 encuentros nacionales del MST, 8 se han celebrado em São Paulo, 1 en Paraná y otro en Goiás.”

Este morador considera que “El MST nació centralizado, la gente posee una tradición católica verticalista, que confia mucho en la autoridad del padrecito, y falta percepción política para exigir la rendición de cuentas a los líderes (...) hoy asistimos a cierta confusión que deriva en pérdida de legitimidad en la dirección nacional, cuando, por ejemplo, João Pedro Stédile nos dice en una actividad política realizada em este asentamiento hace unos meses que todos nos equivocamos con Lula al confiar en su gestión para la Reforma Agraria, ampliando su responsabilidad a las bases que no cuestionan eso pues le respetan y siguen disciplinadas y emotivas sus discursos.” Tras recordar que la actual dirección atrasó el congreso de 2005 dos años ante sus indefiniciones frente al gobierno del PT y fragmentó las regiones organizativas históricas en subregiones con el aparente propósito de controlar mejor las bases, el mismo militante cree esperanzado que “hoy estamos en un momento de redefinición que puede servir de oportunidad para renovar dirección y rumbos combativos del MST.”

Para algunas visiones, las afinidades historicas con el PT y Lula, el temor al arribo de un gobierno de derecha y los efectos de la expansión del movimiento, convirtieron al MST en un movimiento menos combativo y más burocratizado. Destacan la reducción en su discurso de las referencias al socialismo y las apelaciones más genéricas a lo popular, unidos a la apuesta por cooperativas agroindustriales dentro de un modelo capitalista conducido y reformado desde el estado[10]. Aunque esas tensiones y amenazas existen (pese a ser ignoradas por idealizaciones del MST realizadas por cierta prensa y academia) constatamos un fuerte potencial democratizante, expresado por bases fundadoras y jovenes comprometidos en defender y actualizar los objetivos y la mística originários del movimiento.

Consideraciones finales

Trás un cuarto de siglo de luchas populares frontales frente al capital trasnacional y gobiernos burgueses, el MST sostiene y reformula sus estratégias. João Pedro Stedile nos ofrece un valioso testimonio al respecto: “a inícios del MST los jóvenes de 18 años soñaban tener un lote y comprar una moto, ahora quieren tener um grado universitario. Ese es un cambio progresista porque tendremos una juventud mas progresista que la nuestra (...) hay un gusto por el estudio, una voluntad de aprender y no importa el gobierno ni el sistema econômico si una generación mas instruída consigue mejorar los problemas sociales (...) ese es el temor de las élites ante los convênios que tiene el MST con 42 universidades.” Pero reconoce las amenazas que los câmbios socioculturales e históricos, marcados por las dinâmicas de la sociedad capitalista, imponen a la identidad del movimiento: “(...) la inserción de jóvenes en las universidades debe ser adaptada a las necesidades del MST”.

Podemos pensar, estimulados por la idea que Marx cultivaba acerca de la clase trabajadora, que un movimiento social radical persigue determinadas demandas cuya realización implica a la larga su propia abolición. Si el MST tiene en Brasil la fuerza y la expresividad social que adquirió a lo largo de los años, es que la cuestión de la concentración fundiária todavía sigue como tema central, sin lo cual es impensable cualquier proceso consequente de democratización de la sociedad brasileña, y por supuesto, cualquier proceso de emancipación de los trabajadores.

La actual historia del MST, por el momento específico que vive Brasil y por las opciones tácticas hechas por el propio movimiento frente a esa coyuntura, nos lleva a ver un movimiento domesticado, más inclinado a las negociaciones, y que hasta parece esperar de modo exagerado un cambio de postura del gobierno Lula, en función de una supuesta tesis de ser lo mismo un “gobierno internamente bajo disputa”. Sin embargo no debemos dejarnos llevar por una visión simplista y reduccionista que busca verificar en esos datos solamente las pruebas que justifiquen los fatalismos de nuestras propias “jaulas de hierro” teóricas e ideológicas.

Una atención mayor debería ser dirigida, lo más pronto, para el significado político, sociológico y antropológico de la vida cotidiana que florece en los asentamientos, verdaderos experimientos que mezclan y resignifican formas de sociabilidad societárias y comunitárias, urbana y rural, tradicional y moderna, instituidas y instituyentes. Muchos de los cuales, con una existencia de más de una década, siguen produciendo una nueva generación, sino de militantes según nuestras estrechas visiones tradicionales, por lo menos de seres humanos más sensibles a determinadas cuestiones y más listos para la constitución de nuevas prácticas y representaciones de la vida social.

Solamente para hacer un apunte (que en una oportunidad futura los autores pretenden desarrollar) creemos que existe una cierta afinidad electiva entre el tipo particular de la producción campesina en su versión agroecológica, y la formación de subjetividades inclinadas a una cierta concepción de autogestión y autonomía[11]. Para todos los efectos, es innegable el hecho de que las principales experiencias ácratas que se conocieran en los siglos XIX y XX, tuvieran como característica recorriente su extracción de tipo campesina. Y mismo hoy, en la organización de modelos participativos de “democracias no estatales”[12], como el caso del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), en México, una vez más si puede constatar el hecho.

Ante la crisis global de las izquierdas políticas (socialdemócratas, populistas, estalinistas) las fuerzas de izquierda social apuestan por una reinvención radical de lo politico frente al dominio del estado y el capital. El desafío sigue siendo como articular tal tipo de experiencia libertaria con las energias contestatarias y revolucionarias oriundas de la ciudad, y quizás, por un golpe de suerte de las consecuencias no previstas de las acciones colectivas, en ese mismo MST tan gobiernista, vendremos a encontrar elementos que nos ayude a identificar tendencias que nos ayude a solucionar ese enigma. Brasil lo merece.

Bibliografía

Almeyra, Guillermo, Hay que reconstruir, reinventar una izquierda, revista La Guillotina, No 57, verano 2008, México DF.

Antonio Elías (comp.): Los gobiernos progresistas en debate. Argentina, Brasil, Chile, Venezuela y Uruguay., CLACSO, Buenos Aires, 2006.

Chassot, Attico Inácio, Sem Terra (ainda), mas com muita Educação, revista OSAL, No 2, CLACSO, Buenos Aires, 2000.

Christian Adel Mirza: Movimientos sociales y sistemas políticos en América Latina. La construcción de nuevas democracias, CLACSO, Buenos Aires, 2006.

Dagnino, Evelina, Olvera, Alberto J y Panfichi, Aldo (coords.) 2006 La disputa por la construcción democrática en América latina (México: Fondo de Cultura Económica, CIESAS, Universidad Veracruzana)

Houtart François: Los movimientos sociales y la construcción de un nuevo sujeto histórico. Conferencia pronunciada en el V Encuentro Hemisférico de lucha contra el ALCA, La Habana, 13 al 15 de abril de 2006.

Lopez y Rivas, Gilberto & Gabril, Leo (comp). Autonomías Indígenas en America Latina. Plaza y Valdes, Mexico, 2005.

Mançano Fernández, Bernardo: Movimentos socioterritoriais e movimentos socioespaciais, en revista OSAL Nº 16, CLACSO, Buenos Aires, julio, 2005.

Sousa Santos, Boaventura de: Los nuevos movimientos sociales, en revista OSAL Nº 5, CLACSO, Buenos Aires, septiembre, 2001.

Stédile, João Pedro (org). A questão agrária no Brasil. Vol.1 e 2. Expressão Popular, São Paulo, 2005.

Tischler,  Sergio: La forma clase y los movimientos sociales en América Latina, en OSAL Nº 13, pp. 77-85, CLACSO, Buenos Aires, junio, 2004.

Zibechi, Raúl: Autonomía y emancipaciones. América Latina en movimiento, Bajo Tierra/Sísifo Ediciones, México DF.

Prensa:

Carta Capital, “Reportagem Especial: MST 25 anos depois”, Sérgio Lirio. 28 de enero de 2009.

Carta Capital, “O sal da terra. Fruto da estrutura agrária medieval, o MST resiste”, Sérgio Lirio. 27 de mayo de 2009.

Democracia viva - IBASE, “Obstáculos e posibilidades da reforma agrária”, Osvaldo Russo. n.42, 2009.

 

[1] Carta Capital, 28 de enero de 2009.

“Nosotros tenemos aquí adultos que se están educando aprovechando los programas y recursos del gobierno, a los que modificamos en su aplicación con métodos de educación popular y adaptandolos a la situación local” (Testimonio de una maestra y miembro del Asentamiento Oziel Alves, Minas Gerais, 18 de junio de 2009).

[3] Idem

[4] Una habitante del asentamiento visitado nos dijo “aquí la tierra se divide en lotes trabajados por cada família, aunque en ocasiones se ayude a aquellos cuyos hijos han salido a la ciudad o a viudas ancianas”. Interrogada sobre nuevas incorporaciones la campesina señaló “(...)no se aceptan ahora nuevos arribos, nosotros nos arreglamos con aquellas tierras que estén poco trabajadas” (Testimonio de una jefa de familia campesina, Asentamiento Oziel Alves, Minas Gerais, 18 de junio de 2009)

[5] Idem

[6] Democracia Viva.

[7] Joao Pedro Stedile considera a Lula un mejor presidente que Fernando Henrique Cardoso, con un gobierno de intereses de clase compuesto y de transicion. Y dice que aunque hubo decepciones para aquellos militantes de MST y PT que esperaban um gobierno de izquierda, quienes acompañaron la trayectoria de Lula y leyeron su Carta a los Brasileños de julio de 2002, podian preveer el rumbo real de sus acciones. Ver Carta Capital, ediciones de 28 de enero y 27 de mayo de 2009.

[8] Testimonio de joven asentado.

[9] Forró: un tipo de musica popular brasileña muy bailable, en sus aspectos más comerciables, similar al reggeton.

[10] Carta Capital, 28 de enero de 2009.

[11] En charlas distintas, con dos compañeros del movimiento, fue interesante observar la resistencia de los mismos en volver a trabajar como mano de obra asalariada, alegando que lo mejor de la reforma agraria es que ahora ellos pueden trabajar para si propio, según sus proprias voluntades y necesidades.

[12] Tal concepción, consciente de toda la controversia que genera, esta siendo desarrollada por Cassio Brancaleone en su tesis doctoral.

Retour en haut de page