Enjeux de participation à Cuba
Écris par Marie Laure Geoffray
"Ser, expresar, transformar. Los proyectos socioculturales como espacios de innovación participativa en Cuba actual: la experiencia de la Cátedra de Pensamiento Crítico y Culturas Emergentes Haydeé Santamaría (KHS)." Par Armando Chaguaceda (politologue et historien, membre de la Cátedra Haydeé Santamaría, professeur de CLACSO Virtuel)
Introducción
Este trabajo constituye un acercamiento a la temática de los proyectos socioculturales existentes en el espacio público de la Cuba actual. En ese contexto, que da cabida a la dimensión simbólica de ciudadanía, se elaboran y circulan representaciones colectivas y discursos de diversos sujetos participantes. Experiencias que se erigen como sui generis escuelas de ciudadanía, si asumimos a esta cómo conjunto de prácticas legales, simbólicas y asociativas a través de las cuales se definen los criterios de inclusión y exclusión dentro de cada sociedad concreta y la membresía a una comunidad política dada.
Estos espacios funcionan, desde sus disimiles cotas de visibilidad, incidencia y formalización, como elementos ciudadanizadores, pues (aún sin explicitarlo) activan desde abajo demandas de autonomía de diferentes sujetos, y presionan los marcos de la institucionalidad vigente para ampliar los derechos de diferentes "minorías" e identidades emergentes" o del conjunto de la sociedad. Se estudia el caso de la Cátedra de Pensamiento Crítico y Culturas Emergentes Haydeé Santamaría, proyecto auspiciado por la sección de Crítica e Investigación de la Asociación Hermanos Saíz en la provincia La Habana (periferia capitalina) de la República de Cuba. El marco teórico, partiendo de la noción general de proyectos políticos articula el resultado de trabajos anteriores del autor sobre participación, los estudios de ciudadanía en Cuba y las investigaciones sobre procesos de las esferas públicas artísticas. Utiliza el análisis de documentos, la observación participante y entrevista a expertos. Recupera la experiencia del autor por casi 10 años de acompañamiento y pertenencia a los procesos abordados.
Fundamentos Analíticos
Desde hace una década diversos autores han desarrollado un esfuerzo por caracterizar la expansión de prácticas e ideas participativas impulsadas por actores ubicados, esencialmente, dentro de la amplia y heterogénea izquierda latinoamericana. Con arraigo en movimientos desmarcados de las políticas estatistas del socialismo real o la socialdemocracia clásica, dichos procesos son agrupados dentro del llamado proyecto democrático-participativo , plataforma analítica que nos recuerda la existencia de formas alternativas de política ciudadana, al tiempo que da cuenta de los procesos combinados de preferencia ciudadana por los regímenes democráticos y su cuestionamiento sobre los desempeños concretos a escala regional.
Ese proyecto democrático-participativo "(...) no es un discurso coherente y homogéneo y/o un conjunto de prácticas e instituciones definido, sino una colección de principios, orientaciones, practicas e instituciones que a un nivel experimental ha sido desarrollado por medio de luchas sociales en diferentes países de América Latina". Las expresiones que este adopta varían de país en país, y como la relación con los entornos sociales y matrices culturales tributa a la heterogeneidad interna del mismo, lo acotan espacial y temporalmente y limitan su impacto cultural, además de sufrir los constreñimientos tanto de políticas neoliberales, cómo de las más recientes posturas neopopulistas de diverso signo ideológico.
A partir de este antecedente, y ratificando la presencia de múltiples condicionantes en cada contexto territorial o sectorial, he propuesto el estudio de las experiencias que integran este proyecto cómo tramas participativas (colectivos y formatos institucionales varios) que pueden relacionarse con otros entes similares en redes participativas, procesos interactivos que discurren mediante el solapamiento, la integración o la intervención. Redes y tramas darían cauce a las respectivas culturas participativas, complejos de ideas, valores y creencias sobre la participación recreados por cada actor social, en su amplia heterogeneidad. Poseen estructuras o conjunto de espacios organizativos más o menos formalizados y regulados donde toman cuerpo las diversas modalidades (directa, delegada, activismo, entre otras) de participación. Y desarrollan dinámicas participativas, conjuntos de acciones secuenciadas mediante las que se despliega la participación.
Esta participación y ciudadanía no existen en abstracto. Poseen contenidos clasistas, identitarios, territoriales, culturales, etc. La identificación de las relaciones de clase enmarca la lucha sociopolítica (y en ella la participación) dentro de un contexto preciso, le otorga contenidos objetivos al definir aquellos grandes actores colectivos vinculados con esferas económicas y políticas. Pero con frecuencia desdibuja la forma en que estas condicionantes son experimentadas y transformadas por sujetos particulares, definiendo estrategias alternativas al interior de grandes colectividades.
Los procesos a analizar en este trabajo se identifican, sociológica e ideológicamente, con los condicionantes y demandas de un sujeto popular. La noción de popular engloba a un conjunto de sectores y clases sociales que sufren asimetrías sociales, son susceptibles de ser integrados orgánicamente en proyecto de cambios revolucionario, pero que también pueden, por su nivel básico de organización y autonomía, ser cooptados por el mercado y el estado. Como dice el historiador Mario Castillo "(...) lo popular no es, sino que está siendo un proceso político cotidiano, compuesto por un conjunto disímil de estrategias de vida y negociaciones, del cual nacen las formas de "lucha" más egoístas y anticomunitarias, y también nuevas significaciones sociales, nuevos y redificadores sentidos de vida, el saber popular, en el que se condensa la actividad creadora del pueblo."
Debemos reconocer que en Cuba, ante la inexistencia de un bloque capitalista dominante, y la presencia de índices sociales apreciables y niveles de desigualdad relativamente acotados, el sujeto popular comporta toda una heterogeneidad de referentes culturales, regionales, étnicos, y obviamente, ideológicos, que lo diferencia en expectativas y proyectos de pueblos latinoamericanos, y lo articulan en compleja relación (que incluye formas de cooperación, apoyo, subordinación y disenso) con una burocracia que controla la política y economía nacionales. Los desafíos populares son, por un lado, los de una ciudadanía de régimen socialista de estado, sin dejar por ello de ver su accionar y expectativas, condicionados por su pertenencia a una nación subdesarrollada. Y ni todo lo popular resulta emancipador ni sujetos identificados con horizontes de cambio que enfatizan el empoderamiento popular pertenecen, sociológicamente hablando, a ese substrato social.
Como complemento al referente clasista es pertinente incorporar al análisis la noción de socialidad, que expresa las diversas maneras en que los sujetos establecen en su cotidianeidad relaciones recíprocas e imbrican sus acciones en un campo indefinido de posibles relaciones intersubjetivas, las cuales son constantemente reinterpretadas y transformadas en su cotidiano desenvolvimiento. Este concepto pone en evidencia como cada sociedad va incorporando relaciones emergentes, y cómo la lucha de estas nuevas identidades por su reconocimiento dentro de las instituciones va modificando el sistema de normas, valores, principios que hacen funcionar la sociedad. Y da cuenta de cómo estas "(...) socialidades emergentes son incorporadas al propio sistema (aceptadas y toleradas), flexibilizando al mismo (...) si no atendemos a esta dimensión política que las nuevas prácticas sociales implican, jamás entenderemos la manera en que fracasan, se transforman o llegan a constituirse en nuevos modelos de acción social".
El contexto nacional, espacios y actores emergentes
Desde los presupuestos teóricos expuestos analizaremos nuestro objeto de estudio, reconociendo que todo escenario y cultura política nacionales son, per se, heterogéneos, que en su seno coexisten diversos modelos de orientación, uno de los cuales deviene dominante y define lógica la general del orden social. En la Cuba posterior a 1959 emerge como visión central un modelo de ciudadano-militante, que identifica orden estatal y nación, tiende a la unanimidad como forma de expresión de criterios, y un tipo de participación movilizativa. Con un referente de servicio público de matriz republicana, esta ciudadanía militante enfatiza positivamente la redistribución popular de la riqueza, el rechazo a polarización social y a la exclusión género y raza.
Sin embargo a pesar del despliegue de entusiasmo y creatividad emergente del triunfo revolucionario, la paulatina institucionalización del régimen político (y sus rituales) ha ido cobrando fuerza durante estos 50 años en detrimento de la participación más autónoma. Ello contribuye a que, cómo en todas las sociedades que abrigan un poder estatal fuerte y centralizador, decrezcan los niveles de confianza social generalizada capaces de devenir en acción ciudadana. Estudiosos de la acción colectiva refieren que " Lo que obstaculiza la formación de empresas mayores en esas sociedades con confianza baja, es que dicha confianza permanece dentro de los limites de las relaciones familiares y de parentesco y no se extiende a la sociedad como un todo. " es importante reconocer que "(...) las leyes formales o las características de un sistema político entendido de manera amplia, pueden alentar o desalentar los esfuerzos de los individuos para resolver voluntariamente sus problemas de acción colectiva. Aunque ningún régimen autoritario puede hacer desaparecer por completo la voluntad de un pueblo ni su capacidad de autoorganización para enfrentar los problemas cotidianos, el que un régimen permita o no explícitamente e incluso estimule esas actividades representa una gran diferencia para el destino de la autogobernabilidad"
A pesar de estas barreras y junto a la visión tradicional de ciudadanía militante, ha ido emergiendo, lentamente y en ciertos espacios, un sujeto diferente, que defiende valores como autonomía (definición colectiva de principios rectores y normas de funcionamiento), autogestión (generación propia y sostenible de recursos mínimos para los proyectos) y solidaridad (interacción basada en relaciones tendientes a la reciprocidad, la simetría y realización individual dentro bien común). Estos principios darían cuenta, respectivamente, de las aristas política, económica y social de cada trama concreta; y están en constante readecuación a las cambiantes demandas de los participantes y constreñimientos u oportunidades del entorno. A partir de estudios anteriores podemos esquematizar las visiones tradicional y alternativa presentes en prácticas y discursos sociopolíticos en la Cuba actual cómo siguen:
Hago un alto para aclarar una confusión promovida por el discurso tradicional y su reproducción en la vida cotidiana. Las solidaridades alternativas emergentes difieren del valor promovido por la institucionalidad que procura encuadrar en grandes tareas nacionales rectoradas por el estado las iniciativas particulares (Ej. asociaciones, iglesias, comunidades y artistas con los ciclones de 2008), aún cuando estas rebasen la coordinación y aportes centralizados del estado. También se diferencia de la ayuda estatalmente ofrecida a otras naciones, en cuyo diseño e implementación (amén de su justeza y presumible aval ciudadano) ha estado ausente la sanción de la voluntad popular, lo cual ha generado efectos despolitizadores en la ciudadanía, afectando de un valor fundante del socialismo cubano como el internacionalismo.
Declarado lo anterior, es destacable como lo cultural (y más específicamente lo artístico) ha devenido dimensión trascendental en la cual el cubano común expone y evalúa alternativas sociopolíticas diversas, repiensa los valores básicos de la Revolución y reformula sus visiones de futuro; donde los artistas y públicos confrontan y colaboran con actores gubernamentales en la incorporación de expresiones críticas dentro de la cultura política nacional y el discurso oficial. En ese sentido, como sucedía en experiencias anteriores de América Latina y Europa del Este, la confrontación entre artistas y funcionarios tiene lugar dentro de las instituciones y ambos lados usan puntos de referencia comunes como la reivindicación de la nación, de lo popular y de una democracia alternativa a la liberal.
Con mayor visibilidad durante la última década aparecen intermediarios culturales (intelectuales destacados, con frecuencia miembros de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, la Unión de Periodistas de Cuba, la Asociación Hermanos Saíz y el Partido Comunista) capaces de mediar entre instituciones estatales y agencias trasnacionales por un lado, y productores y consumidores de cultura cubanos por el otro . Poseen gran habilidad para identificar, apropiarse y absorber discursos y prácticas críticos foráneos y subalternos, insertándolos en agencias de la institucionalidad, lo que colateralmente permite a esta intentar una reconstrucción de la hegemonía estadocéntrica erosionada durante la crisis.
A su vez presenciamos como dicho Estado, que debe responder simultáneamente a demandas derivadas de inserción en un orden global y aquellas de la población, desarrolla políticas publicas (y retóricas) que combinan pragmatismo y tradición. Ello supone una reformulación parcial de su esquema de gobernabilidad donde busca preservar su rol de monitoreo y demarcación de los espacios de producción, recepción y difusión cultural domesticas. Por lo que se apuesta al desarrollo de estrategias que combinan la acomodación, la negociación y colaboración estatal con un rango de actores.
Una nunca explicitada "nueva política cultural" se estructuró a partir de los 90s, personificada por la gestión del Ministro de Cultura, Abel Prieto. En su seno el despliegue de nuevos modos activos y selectivos de incorporación de la diversidad y critica culturales (de claro potencial contrahegemónico) permitía el monitoreo y la reincorporación de las mismas dentro de marco dominado por el estado. Además de posibilitar la activación de esferas públicas artísticas.
Como espacio de lucha cultural y crítica, las esferas públicas artísticas en Cuba están generalmente ligadas a actores, discursos y formas de expresión cultural que trascienden las fronteras nacionales. Son reconocidas como "(...) sites of interaction and discussion among ordinary citizens generated throug the media of art and popular culture. (...) spaces of interaction which are both critical and shaped by state institutions, local relations of production, and global market forces." La relación (históricamente redefinida) de estas con las instituciones estatales, el acceso y exposición a varios tipos de redes trasnacionales, y su grado de participación en el mainstream de la vida cultural nacional son factores que influyen en la naturaleza de las esferas publicas artísticas y su potencial para debate critico e intervención.
Un antecedente importante del actual arte crítico que las esferas públicas artísticas canalizan se ubica en la irrupción del grupo Volumen Uno, con su exposición abierta 14 junio de 1981 en Centro de Arte Internacional de la Habana. Desde ese momento y durante el resto de la década de los 80 las artes plásticas asumieron el rol crítico que hoy se expande hacia zonas de la literatura, el cine joven, la música y el teatro, contrastando con la melodía monocorde de la mayoría de los medios masivos, expresando desde la metáfora (a veces y no tanto ¡) los problemas de los intelectuales y, en general, de la ciudadanía . En otra dirección experiencias como el proyecto Desde una Pragmática Pedagógica (Instituto Superior de Arte, 1989) buscaban desarrollar nuevos métodos pedagógicos emancipadores, donde el estudiante deviniese colega del profesor, con claras semejanzas al enfoque de Educación Popular y distanciándose del tradicional esquema vertical autoritario del modelo educativo nacional. Por último debe recordarse el empeño, enfocado el campo del pensamiento, del grupo Paideia, lamentablemente truncado por disensos internos y censura institucional.
Como colofón de esa acumulación cultural, los años 90 vieron una expansión numérica de pequeñas esferas públicas artísticas en la periferia del mainstream de la vida cultural cubana, con colectivos que devienen especie de "microministerios de cultura", capaces de diseminar "arte por cuenta propia." Sin embargo, es un hecho que no todas las experiencias gozan de un status (reconocimiento oficial y márgenes de acción) idénticos. Uno de los más renombrados (el rap) ha podido formular críticas en forma de demandas reivindicativas (por ende políticas) al Estado dada la combinación de estatus marginal, naturaleza popular (inherente al discurso de una Revolución "de los humildes, por los humildes y para los humildes"), conexión y soporte trasnacional y escasa institucionalización. Además, al tener el movimiento fuerte basamento en barrios periféricos cómo Alamar (Habana del Este) con redes populares más densas, y concitar la participación de amplios grupos de jóvenes potencialmente díscolos, el fenómeno aconsejaba a los funcionarios la búsqueda de modos de convivencia y cooptación más cuidadosos.
Estas esferas públicas artísticas asumieron una modalidad de "arte público", tendiente a renovar cierto ethos de colectivismo de cara a la burocratización y mercantilización de la cultura, constructora de nuevos espacios públicos y vínculos comunitarios más allá de fronteras de estado-nación. Dicho paradigma dio cauce a disímiles experiencias o performances desplegados en el espacio urbano, que buscaban confrontar al público con su cotidianeidad, dislocando muchas veces las normas institucionales y los procedimientos establecidos mediante el uso de la irreverencia y la parodia cómo vías trasmisoras de sus mensajes.
Dentro de la semántica generada y compartida por funcionarios, promotores, artistas y públicos es común denominar a estos espacios "proyectos socioculturales". Esta denominación es hija de las terminologías de la "gestión de proyectos" y el "trabajo comunitario" desarrollados por asociaciones, gobiernos locales e instituciones culturales con apoyo de agencias de cooperación. De hecho en Cuba existe, desde hace 9 años, una Licenciatura en Estudios Socioculturales de amplio espectro, que forma tanto promotores y funcionarios culturales, investigadores afines que combinan intereses y agendas en los estudios históricos, antropológicos, comunicacionales, etc.
Pero también ha sido apropiado por actores para dar cuenta de experiencias no explícitamente políticas pero que resignifican espacios y prácticas de la estatalidad para desarrollar (y en cierta medida replicar y sostener) acciones de servicio social y empoderamiento. Aunque el espectro de dicha noción puede ser muy amplia (abarcando talleres de artesanía, peñas literarias o musicales, grupos de teatro callejero, foros de pensamiento, critica e investigación social, etc.) muchas nacen en los márgenes de institucionalidad, como mero encuentro de colegas, y como promoción de "acciones frescas" desde el interior de instituciones. Estos colectivos desarrollan, en su interacción, un ser particular, nacido del entrecruzamientos de saberes, afectos y valores compartidos y modificados cotidianamente; expresándolos en discursos más o menos coherentes de cara a una sociedad cuyas zonas intentan transformar con prácticas y testimonio.
Como formas de agrupamiento y acción colectivas, esos proyectos tienden a la autogestión y el liderazgo participativo, y buscan la experimentación cultural y el activismo local y con diverso estatus construyen espacios de autonomía y articulación de cara al estado, el mercado y las comunidades. Ello no quiere decir que a su interior no se produzcan tensiones con posturas autoritarias o monopolizadoras de recursos y status, sino que los modos de gestionar y dirimir esos conflictos y la toma de conciencia sobre la naturaleza de los mismos son sustancialmente diferentes a los encontrados en espacios como la familia y la institucionalidad tradicionales. Uno de esos proyectos, al cual he pertenecido durante varios años, es el que abordaré a continuación.
La Cátedra de Pensamiento Crítico y Culturas Emergentes Haydeé Santamaría
La Cátedra Haydeé Santamaría (KHS) es un proyecto sociocultural nacido insertado a partir de 2005 dentro de la Sección de Crítica e Investigación de la Asociación Hermanos Saiz, y se erige como un espacio para el debate, el intercambio de saberes, la recuperación de las memorias históricas vinculadas a las experiencias emancipatorias en Cuba y en el mundo. Fundado en el año 2003 a partir de la confluencia de investigadores, profesores universitarios, literatos y gestores culturales procedentes de espacios anteriores (Ej. proyecto Jonás) la KHS ha realizado un conjunto de actividades de debate académico e intervención comunitaria que definen el perfil de acciones del colectivo. Asume el nombre de Haydee Santamaría como homenaje a la heroína revolucionaria que, desde su responsabilidad al frente de la Casa de las Américas, dio auspicio al arte joven y contestatario (Ej. Nueva Trova) frente al silenciamiento y censura que buena parte de instituciones y personalidades reservaban para esos noveles creadores. Inspirados en ese legado y las demandas actuales, la KHS desarrolla su trabajo.
En sus documentos directrices la KHS define un conjunto de objetivos rectores del accionar colectivo. Fundamental resulta promover la crítica e investigación sociocultural y los proyectos de transformación comunitaria protagonizados por la juventud, como estimulo cívico a culturas emergentes y a una praxis socialista participativa y libertaria. Complementando esto se persigue dotar a la juventud creadora cubana de un espacio de auto - expresión, reflexión, debate y diálogo crítico que combine el rigor conceptual con un espíritu fraterno. Para lograr este propósito la KHS propicia encuentros sistemáticos con carácter transversal, en cuanto a territorios, saberes y prácticas socio - culturales representadas. El colofón de este trabajo sería generar una red nacional de proyectos, investigaciones e intercambios, que pueda funcionar con un carácter permanente, sostenible y productivo, para lo cual realizan los Observatorios Críticos. Los objetivos explícitamente ubican el trabajo de la KHS en una zona que articula la investigación, crítica y el trabajo en barrios y planteles.
La KHS está integrada por una membrecía variable que oscila alrededor de unos 12 integrantes permanentes, tanto miembros de la AHS cómo personas no afiliadas. El colectivo ha contado con entradas y salidas puntuales y periódicas, motivada por múltiples razones (migración, divergencias, orientación a otros temas/proyectos) pero su naturaleza ha permitido mantener como regla un contacto fluido con los antiguos integrantes.
La estructura participativa de la KHS es simple y flexible, destacándose una coordinación integrada por 3 o 4 compañeros (fundadores y nuevos miembros destacados) orientada a las áreas (logística, fondo video/bibliográfico, tesorería, relaciones institucionales y con otros proyectos) y la asunción de tareas principales (Observatorios Críticos , acciones comunitarias). Se ha procurado la rotación de funciones, la deliberación colectiva y la concertación de normas básicas para el acceso y pertenencia al proyecto. Este rasgo (y la preservación de una identidad y dinámica particulares) hacen de la autonomía un valor esencial de la cultura participativa del colectivo (tanto en relaciones internas entre miembros como hacia otros espacios e instituciones), visible en sus documentos, declaraciones y acciones, así como en el tipo de nexos desarrollado con la institucionalidad, especialmente la AHS.
Los integrantes del proyecto se reúnen con una periodicidad variable, en función de disponibilidad de tiempo personal y demandas de actividades. Este rubro, así como la participación estable y protagónica, no siempre ha sido logrado satisfactoriamente, incidiendo en la dinámica participativa de la KHS, recargando funciones en algunos compañeros, y demorando la ejecución de acciones concertadas anteriormente. Sin embargo las mutaciones en la socialidad del colectivo apuntan a potenciar la participación democrática, ya que se ha definido que las decisiones se toman, como regla, por consenso (en contadas ocasiones por voto mayoritario) y considerando el criterio de miembros presentes en Cuba; aquellos que se encuentren temporalmente en el exterior (así como los amigos y acompañantes) pueden expresar criterios que debe tenerse en cuenta pero sin tener voto.
Sin embargo, si bien subsisten asimetrías de conocimiento y liderazgo a favor de algunos integrantes (mayormente fundadores) ello no cristaliza en una captura del espacio ni imposición de lógica por encima de resto, cosa my difícil dada la membrecía. Más bien la cultura participativa ha debido construirse bajo el fomento intencionado de una comunicación dialógica que permita superar tendencias individualistas o protagónicas y llevar a vías de hecho los frutos de deliberación colectiva sin acudir a incentivos materiales ni concentración o delegación permanente de funciones.
Los recursos para el funcionamiento de la KHS tienen dos fuentes principales: aportes materiales y donaciones monetarias de miembros y acompañantes (fruto de becas y premios individuales, aportes provenientes de salarios y otros ingresos personales, y apoyos de miembros y/o simpatizantes desde el exterior), y apoyo institucional (locales, logística y transportación) de la AHS y otras instituciones y asociaciones (Casa de las Américas, Bibliotecas, Casas de Cultura, escuelas, etc.). Los miembros han querido preservar y desarrollar la primera opción por el componente de compromiso personal que le es inherente y porque potencia el ideal de autogestión que proponen como valor (re)constituyente de lo social. De todas formas el aporte personal es medido por su valor simbólico, ya que todos los miembros no poseen similar acceso a recursos, inserción académica y nexos domésticos y transnacionales.
La composición clasista, racial y de género es curiosamente especial. La mayoría de los integrantes proceden de familias trabajadoras, siendo los primeros académicos (o en general profesionales) de sus familias; viven en barrios populares de la capital (Marianao, Alamar, Centro Habana) y la aledaña provincia la Habana. Destaca la mayoritaria composición de negros y mestizos, así como una presencia considerable de mujeres, lo cual unido a la juventud del grupo (un promedio de edad ronda los 33 años) lo diferencia de otros espacios de debate, mayormente citadinos, de clase media y con predominio de población blanca más adulta.
Varios miembros poseen una "protagonismo múltiple", participando con diversa asiduidad en espacios de propósitos similares (Talleres Cuba-URSS y Vivir la Revolución del Instituto Marinello del Ministerio de Cultura; Sesiones "Últimos Jueves" de la revista Temas; asociaciones cómo el Centro Martín Luther King y el Centro Félix Varela). En dichos espacios se insertan a título individual ajustándose a normas y fines del mismo, pese a lo cual son frecuentemente visibilizados por la pertenencia a la KHS.
Este colectivo reúne miembros premiados por sus textos y audiovisuales en eventos nacionales (Memoria Nuestra de las Romerías de Mayo, evento internacional de la AHS en la provincia de Holguín), concursos editoriales (Pinos Nuevos , Temas, Calendario), becas de investigación (de la AHS, del Instituto "Juan Marinello", Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales). Cuenta además con numerosas publicaciones en la prensa especializada nacional (revistas Temas, Catauro, Gaceta de Cuba, Caminos, etc.) y digital (Esquife, Havanatimes y la Jiribilla-Cuba; Rebelión y Kaosenlared-España-, Social Sciences Research Council-EEUU-, CETRI-Bélgica-, etc.). Posee en su haber varias tesis de grado y postgrado defendidas y tutoreadas, compilaciones y prólogos de libros, contribuciones a obras colectivas, docencia en la enseñanza universitaria, e incidencia de sus miembros en otros proyectos socioculturales y comunitarios.
Dentro de su cultura participativa la KHS atesora un conjunto de valores y nociones compartidas, que dan fé de una reflexión colectiva en estructuración. La diversidad formativa y asimetría intelectual (acceso a recursos, conocimientos e incidencia internacional) se ha asumido como oportunidad para avanzar a estrategias de complementariedad no siempre cristalizada. En su seno, el pensamiento más abarcador y complejo es sin dudas el de Dmitri Prieto Samsónov, bioquímico, jurista, antropólogo y promotor cultural cubano-ruso. Desde metarreflexiones que articulan campos del saber y praxis, Prieto es capaz de ubicar fronteras e hilo conductor de una historicidad contemporánea, en cuyas coordenadas se posiciona la KHS cuando al referirse al análisis del tiempo presente basado en lógicas del sistema mundo señala "(...)Para nosotros, el peso de la máxima significación recae en la historia de la institucionalidad política de las izquierdas: las propuestas de sistemas alternativos, la organización de los sujetos populares, las continuidades y rupturas en los proyectos democráticos(...)".
Tras reconocer la derrota de la pluralidad de propuestas de las izquierdas durante el establecimiento de la Guerra Fría y el bipolarismo, da cuenta de la subordinación de movimientos y debates radicales a los centros hegemónicos. Y apuesta porque "La recuperación del cuestionamiento institucional engendra orgánicamente la necesidad de espacios de encuentro de ideas diversas - a contracorriente de las ideas hegemónicas que estructuran el poder, el saber y el deseo. Por ello, de buena fe se puede afirmar que en el horizonte estratégico inmediato de la izquierda está el rescate de la pluralidad en su pensamiento" para rematar aseverando "El pensamiento de izquierda vale algo sólo si fecunda y concibe seres que son y se piensan libres, que llenan de vida su trozo de universo porque comparten solidariamente su libertad."
Un aporte a la reflexión dentro de la KHS focalizado sobre el contexto social cubano la aporta el historiador y promotor cultural y activista comunitario Mario Castillo. Tras destacar el inmenso esfuerzo (y resultado) de las políticas redistributivas y justicieras desarrolladas por la Revolución de 1959, Castillo llama la atención sobre el universalismo igualitario y la floklorización de prácticas socioculturales afrocubanas que supuso aquel modelo de igualación sociorracial Una medular caracterización del proceso revolucionario lo lleva a destacar tres rasgos polémicos. "1)"Sentido del cambio revolucionario como realización de una moralidad atemporal y teleológica, por encima de la voluntad de los sujetos implicados en el cambio; 2) una práctica transformadora orientada a la homogeneización sociocultural y política de los sujetos revolucionarios, que conduce a una visión de la pluralidad, en el mejor de los casos, como un adorno del nuevo orden y no como un recurso político activo de la revolución; 3) un tendencial debilitamiento del protagonismo de las organizaciones populares en la defensa y la economía socialista, a favor de una gestión tecnocrática y verticalita, propia del socialismo de guerra fría ("real") que obstaculizó la socialización del poder, generando una creciente despolitización de la vida cotidiana y una ritualización de la participación(...)"
Por su parte el jurista Ramón García defiende para Cuba la propuesta de un socialismo libertario basado en tres rasgos básicos: autogestión, diálogo y consenso. "Digamos que se trata de una sociedad abierta y libertaria y que ésta se encuentra en marcha. En Cuba el dilema no es: ¿estado o mercado?; como tampoco es: ¿estatismo o civilismo? Exigimos una relación más orgánica entre estado y sociedad donde la transferencia de poder constituyente del estado hacia la sociedad ocurra con urgencia. (...) El objetivo estratégico sería reconvertir las prácticas e instituciones sociales en interfases de una conciencia crítica que traduzca el malestar popular en acciones de transformación radical de la sociedad existente."
Mientras, el politólogo Hiram Hernández Castro recuerda la coyuntura fecunda de los años 60 en Cuba y su trastoque ulterior expresado en "(...) a saber, cierre de la revista Pensamiento Crítico, burocratización galopante de los espacios intelectuales, la imposición del marxismo dogmático, la censura, la infalibilidad de los cancerberos, la politización de la estética y la estetización de la política, etc.(...)" conectando con sentido de presente cuando asegura "(...) el proceso de rectificación de aquellos errores, ha estado signado por la permanencia, a veces subyacente, otras no tanto, de posiciones políticas que recuerdan los tiempos grises de nuestra historia revolucionaria.
Una constante de la KHS ha sido el rescate de la memoria histórica del proceso revolucionario cubano y en especial de los héroes y sectores populares, pero no como adoración sino cómo herramienta de análisis crítico del presente. En ese sentido la historiadora Yeniela Cedeño plantea de Ernesto Che Guevara: "En El socialismo y el hombre en Cuba, se percibe su pensamiento antimperialista, su concepción del individuo dentro de la construcción de una sociedad justa, sin discriminaciones, ni enajenaciones capaces de poner en peligro la libertad del hombre, en una palabra: socialista. Su personalidad es un símbolo de integridad, autodisciplina, de austeridad, de sentido ético por el ser humano que sufre y aspira a un futuro mejor.
Esa sintonía de presupuestos básicos no es óbice para desconocer diferencias puntuales en cuanto a sentidos y concreción del accionar del colectivo. Destacan dos posturas o actitudes básicas, una radical que enfatiza la importancia del trabajo en espacios informales, la primacía de la autonomía sobre otros valores y la defensa de una postura explícitamente libertaria; y otra orientada a la vinculación institucional, la demanda de mayores espacios dentro de espacios formales (físicos y mediáticos) y la opción de asumir las agencias estatales como espacios heterogéneos, donde encontrar aliados, y proyectar transformaciones necesarias. Así lo libertario expande la frontera de lo considerado posible, y lo institucional consolida cotas y erige alianzas necesarias para el sostenimiento de lo logrado. Ambas posturas -que convergen en la necesidad de colaboración con actores diversos (informales, comunitarios, asociativos, institucionales) nacionales y foráneos, y de aprovechar capital y espacios para cumplir los objetivos de la KHS-, han sido indistintamente asumidas por los miembros, aún cuando varios de ellos sean identificables de forma estable a una de ellas.
También destacan debates sobre la necesidad de concentrarse en espacios ganados y profundizar su desempeño (Ej. dentro de la AHS) o ampliarse a constantes demandas emergentes (Ej. Foro público La Escuelita); de consolidar la obra socializándola vía publicación colectiva o proseguir incidencia individual de los miembros en diferentes foros; la de privilegiar sesiones de reflexión académicas o el mayor apoyo a acciones comunitarias, etc. A este debate ha contribuido sin duda la pluralidad de imaginarios políticos y perfiles investigativos tanto al interior del grupo como en la producción de los miembros, destacando las disciplinas híbridas y el pensamiento complejo.
La KHS ha construido sólidas relaciones con otros colectivos, procurándose la articulación en redes estables con grupos cómo OMNI (performance, audiovisuales, mutimedia, poesía y reflexión), EnNegro (ecología profunda y cultura afrohaitiana) y Grupo de Estudios Culturales Nuestra América (ecología profunda, pensamiento y mística de pueblos originarios), entre otros. Con varios de estos proyectos se han acometido acciones conjuntas (Evento Pensarnos a propósito del Reggaeton, y participado en sus actividades (Festival Poesía sin Fin de OMNI). Han sido satisfactorios los contactos y colaboración sostenidos con la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, la Federación de Estudiantes Universitarios (dirección nacional y en planteles), asociaciones como los Centros Martín Luther King y Félix Varela, actores del mundo de la cultura como el Centro Criterios y el portal Esquife. Nexos valiosos se poseen con amigos e instituciones internacionales destacando Francois Houtart y el Centro Tricontinental (Bélgica), el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, la Fundación Federico Engels, así como varios compañeros y compañeras del Partido de Trabajo, el Foro Mesoaméricano, la Escuela Latinoamericana de Medicina y diversos movimientos sociales del continente (mapuches chilenos, piqueteros argentinos, etc.).
La importancia de estas redes participativas es trascendental como mecanismo de sobrevivencia y expansión de sus actividades. Cómo plantea Robert Putnam, quien describe la operación de redes de tipo vertical y horizontal "(...) las redes densas de intercambio social son condición crucial para el surgimiento de una norma de reciprocidad generalizada. Cuando los individuos confiables que están dispuestos a cooperar con otros es solo una pequeña minoría de la población total de la sociedad, una condición para que puedan sobrevivir, prosperar y expandirse es establecer una red entre ellos"
Sin embargo estos espacios de interacción también son también marco para surgimiento de relaciones asimétricas. Aquellas redes horizontales que reúnen a agentes de status y poder equivalentes (KHS-OMNI) potencian relaciones más densas y horizontales y sus efectos transformadores a escala social son más positivos. Por su parte aunque en las redes verticales (KHS-AHS) se resuelven problemas de acción colectiva y canalizan demandas de sus integrantes, su lógica dificulta la sanción y control hacia arriba.
A lo largo de su historia la KHS ha afrontado diversos desafíos y conflictos. En mayo y junio de 2008 varios de sus miembros fueron cesados como investigadores en centros adscritos al Comité Central del Partido Comunista y ha habido cuestionamientos e intentos de desestimular las actividades por parte de diversos funcionarios y agentes del orden interior a cargo de monitorear las actividades de la KHS. En todos los casos se comunicó a los actores pertinentes nuestro rechazo y la decisión de continuar las líneas de trabajo. En el 2005 una distorsión mediática del evento Las otras herencias de Octubre conllevó reuniones con la antigua dirección de la AHS la cual, al valorar el trabajo desarrollado, estimó positiva su continuidad y ofreció apoyar logística y legalmente la misma sin menoscabo de dinámicas internas ni identidad de la KHS. La decisión colectiva, que había sido defender nuestro trabajo y continuarlo en cualquier circunstancia, fue aceptar el ofrecimiento (de hecho la colaboración con AHS era ya intensa por pertenencia de fundadores y miembros) produciéndose la oficialización como proyecto de la sección de Crítica e Investigación de provincia Habana, con el sostenido apoyo de la entonces presidenta provincial Yuray Tolentino. Desde entonces los vínculos con la AHS (y sus diversas instancias provinciales) se han fortalecido, participando en eventos y actividades en todo el país.
Como parte de su congruencia, la KHS ha desarrollado varias acciones cívicas de solidaridad hacia otros espacios y compañeros implicados en luchas comunes. Ello se enmarca en una idea de generar redes (tramas) con entidades e individuos afines a su labor que potencie tanto la solidaridad mutua en la lucha de diversos actores por obtener y preservar espacios como en posturas cívicas de denuncia pública ante acciones inherentes a la cultura de la dominación. Así destacan el apoyo ofrecido al intelectual Desiderio Navarro ante la amenaza de ahogo financiero del Centro Criterios ; el apoyo a la demanda juvenil de apertura del debate sobre el Quinquenio Gris que desembocó en el Ciclo de Conferencias desarrollado en el Instituto Superior de Arte durante el 2007; la defensa de la necesaria continuidad del Taller Bolchevique , los pronunciamientos de apoyo a luchas populares de América Latina y el mundo, la denuncia a la guerra de Iraq.
Varios testimonios sientan pautas valorativas sobre el trabajo de la KHS y su papel en la coyuntura cubana actual. Para Francois Houtart "(...) el trabajo de estos jóvenes es crucial, recogen el legado de la Revolución y debaten los problemas y soluciones desde una óptica socialista". Similares criterios expusieron el compañero Lucio Costa, cuadro fundador del Partido del Trabajo de Brasil quien sostuvo activos intercambios con el colectivo; y Yuray Tolentino quien reconoció la labor del colectivo y en especial del vicepresidente Dmitri Prieto y Mario Castillo, jefe de sección de Crítica e Investigación. Por último la propia AHS, en su portal web, define la KHS como "(...) uno de los proyectos socioculturales más importantes de la Sección de Crítica e Investigación de La Habana.
Sin embargo, a colectivos cómo la KHS resta un largo trecho para consolidar un trabajo que, ante la previsible expansión de demandas sociales, les capacite para proyectar la agenda grupal a posiciones cualitativamente superiores. La tantas veces postergada cristalización de su producción teórica (en forma de libro o multimedia), de la mano de una mayor integración orgánica del pensamiento colectivo, la participación más sistemática de toda la membrecía en las labores de coordinación y en el cumplimiento de acuerdos colectivos, el mejoramiento de vínculos con otros proyectos e instituciones (equilibrando espacios formales y emergentes), así como el avance hacia una mayor autogestión, generada por aportes de miembros, son algunos de los desafíos a enfrentar por el proyecto.
Conclusiones
Hoy no existe en Cuba (pese a la sobrevivencia de problemas estructurales) un panorama idéntico al de la infausta década del 70. Las instituciones culturales oficiales muestran mayor tolerancia al disenso intrasistémico, tanto por las mutaciones en la composición y referentes de una sociedad más plural, por el mayor poderío de las esferas públicas artísticas, una Internet que difumina las barreras y censuras de antaño (generando otras más precaria eficacia), y la expansión de proyectos socioculturales como nuevos modos de incorporación de artistas y audiencias de discursos críticos, sensibilidades y movimientos contrahegemónicos. En ese marco, las comunidades artísticas influyen las políticas culturales del estado, mientras este sigue enfrascado en moldear sus agendas y orientación, manteniéndo recelos, tensiones y, como fundamento material de esta compleja relación, asimetría entre la fuerza de los actores. Y no se descarta, dado su relativo confinamiento gremial y aislamiento de población y atalayas de la alta política, nuevas crisis y conflictos que sienten condiciones de posibilidad de nuevas transformaciones.
Lamentablemente aún existe una visión (predominante dentro del funcionariado) pletórica de ojerizas hacia estos espacios, lo cual lastra su potencial de integración no cooptativa, y las contribuciones a la revitalización del proyecto socialista que muchos de ellos proponen. Como plantea S. Fernandes "Artist themselves do not always seek to collaborate with the sate or reconcile their critical perspectives with dominate narratives; at times they propose alternative strategies for social renewal or criticize the state for not living up to their expectations. The political leadership recognizes the potential of critical art to be framed in ways that may not be accommodating to the dominant order (...) critical public dialogues makes available languages that can be used by forces that want to bring about radical change, not just reform within the system. For this reason, as the state attemps to institucionalize and incorporate critical art, the leadership also keeps it out of the mass media".
Investigaciones recientes han destacado la existencia de varios posibles decursos para la incidencia de la sociedad civil cubana: revolucionar desde dentro la Revolución, perfeccionando la normatividad e instituciones existentes; trabajar con estas instituciones para fortalecer su desempeño o convertirse en una fuerza antisistémica que desmonte toda la obra del proceso. Convencidos de que en las dos primeras opciones esta la perspectiva de futuro más promisorio, desde una óptica anticapitalista y de real empoderamiento popular, es en esa dirección que se inscribe el trabajo de la CHS por casi 10 años. Desarrollando persistentemente su accionar y pensamiento con la exhortación a que "(...) inundemos de espíritu crítico constructivo y de viables alternativas sociales los espacios oficiales existentes y creemos otros, según Che Guevara, donde la audacia libertaria y la inteligencia colectiva se hagan una pieza."
De cara al futuro en Cuba se precisa relanzar una ciudadanía militante y participativa, desestatizar la esfera pública ampliando el patrón de inclusión sociopolítico, y potenciar nuevas cotas de igualdad y libertad en las relaciones sociales y la representación de identidades diversas) y aprovechando niveles de educción, acceso a la cultura, mentalidad igualitaria y una noción de participación como deber creadoramente recreadas a partir de la herencia de la Revolución. Ante el reto de comenzar a modificar un entorno mayoritariamente controlado por tendencias inmovilistas "(...) se deben primero encontrar maneras de introducir nuevos elementos de simetría con el fin de lograr una mayor reciprocidad de las reglas. El éxito dependerá de la capacidad para sostener organizaciones relativamente autónomas (...) que son capaces de restringir las decisiones de las reglas (...) Solo el desarrollo de estructuras de autoridad y poder que funcionen como contrapeso puede introducir mayor reciprocidad en la constitución general de una sociedad, en la cual existen serias asimetrías políticas"
En medio de un campo interno de fuerzas visiblemente restrictivo y asimétrico, compensando la carencia de recursos y la precariedad del marco jurídico con su activismo y legitimidad, proyectos socioculturales cómo la Cátedra Haydeé Santamaría se las ingenian para desplegar procesos de empoderamiento popular que contrarresten los efectos del accionar burocrático y las tendencias mercantilizantes que amenazan el horizonte de un socialismo deseable y perfectible.
La Habana-Xalapa (junio 2008-marzo 2009)
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