Bolivia : “Otra opinión de Sucre”

Écrit par Jaime Martí Herrero

 

Hay dos Bolivias. Siempre las habido. En España tenemos dos Españas también. Yo las llamo la España de 'los católicos' y la España del  'resto'. Y mostraron sus dientes en la guerra civil de hace 70 años. Aquí hay dos Bolivias.

Dos Bolivias que coexisten desde hace cientos años. Una dominadora y otra dominada. Esto seguro que pasa en casi todos los lugares, pero aquí es patente. Una Bolivia dominada por los diferentes imperios desde tiempos inmemoriales. Una Bolivia  sometida, maltratada. Unos pueblos desculturalizados por unos y otros, desde tiwanakotas, incas, españoles y criollos durante la república. Y luego esta esa otra Bolivia, que ya sean hijos del Sol  o enviados por el único Dios verdadero, o representantes de la modernidad, la han gobernado, sometido, humillado, ignorado a la otra.

Es impresionante, cuando uno lee, las similitudes entre el imperio Inca y el Español. Se puede decir, por aclarar, que el imperio español aun no ha acabado, y sigue vivo en estos casi 200 años de independencia, si lo entendemos como un grupo minoritario diferenciado en color y origen, que domina al resto de la población. El caso es que incas y españoles hacían lo mismo. Impusieron ambos un sistema productivo agrícola con tributos en un caso, y feudalista en otro a través de las haciendas (que pervivieron en Bolivia hasta 1952). Impusieron una religión, en un caso adorar al Sol y a su hijo el Inca, y en otro a ese dios inexistente del que solo había pinturas de su hijo barbudo. Ninguno de los dos consiguió acabar con la creencia en la Pacha Mama. Impusieron un idioma, en un caso el quechua que acabo con unos 70 idiomas anteriores, y en otro el castellano que si supo convivir con los idiomas originarios; el quechua, aimara y guaraní. Ambos imperios tenían servidumbre, aunque la esclavitud. Ambos imperios despojaron de sus riquezas a los diferentes pueblos sometidos, aunque en el caso Español ya solo se consideraba un pueblo (el quechua) aunque amplió sus fronteras hasta someter a tantos otros pueblos como los Incas.

El caso es que Bolivia son dos. Los sometidos por unos pocos a lo largo de la historia, y los sometedores, tengan discos de oro sobre su cabeza, barba en sus caras o vistan de bolivianos modernos (incluso la revolución indígena más famosa fue dirigida por  Tupac Katari, un noble aimara que tenía sus siervos y esclavos y que se reveló por perder privilegios ante la corona española, caso similar es el de Tupac Amaru en Perú). Y ahora la Bolivia invisible durante cientos de años quiere existir. Ese es el problema de Bolivia.

Es un parto doloroso que comenzó con la 'guerra del agua' en 2000, la del impuestazo en 2003 que acabó a finales del mismo año con la guerra del gas (y el derrocamiento del presidente representante de los partidos nacionales), y que ahora es visible desde que Evo Morales salió elegido por el 54% de los votos como presidente del país. Nunca en la historia de este país un presidente había tenido tanto apoyo. El pueblo despertaba, empezaba a respetarse y empezaba a gustarse al mirarse al espejo. Ese pueblo sometido.

Y este parto es, además de doloroso, torpe. Una torpeza increíble por parte del recién nacido. Un torpeza demostrada en su discurso, un discurso lleno de miedo por salir al mundo y la luz, porque en sus hechos, este gobierno está siendo el primer gobierno boliviano y no de interés, pues su medidas en cambios estructurales positivas son indiscutibles. Pero su discurso es el del miedo a salir, a ser visible. Un miedo que se convierte en temeridad y torpeza. Y del otro lado está la otra Bolivia, la que siempre ha sido visible y ahora no admite compartir reparto en esta película con esos otros que hasta ahora habían sido ignorados. Esta Bolivia se revuelca y agita en su confusión ante la pérdida de poder, emplea todos sus medios (los de comunicación, en unas pocas manos), y con ella arrastra a grupos desorientados. En este caso a los ciudadanos de Sucre.

Sucre es la capital de Bolivia, aunque La Paz es la sede del poder legislativo y ejecutivo. Ante la nueva constitución a un grupo reducido se le ocurrió proponer que Sucre recuperase esos poderes. La torpeza del partido de Evo hizo que una reivindicación  simbólica y absurda (absurda por inviable, Sucre necesitaría duplicar su población, actualmente de 250.000 personas, para sostener todo lo que conlleva el ejecutivo y legislativo)... una reivindicación absurda se convirtiera en un problema nacional al no querer ni plantearla en los foros de discusión de la asamblea constituyente. Esta torpeza, sumada a la irresponsabilidad de los antiguos dueños de Bolivia y los medios de comunicación, ha convertido este mes de noviembre en un noviembre negro con tres muertos por el momento, y un país aparentemente dividido.

Los estudiantes han abanderado ese ultraje a su ciudad de Sucre, conocida como la ciudad blanca. Erroneamente se cree que se llama así por el encalado e sus casas que recuerda a los pueblos del sur de España, pero realmente se llamaba así por el blanco de sus habitantes, sede antigua del poder español en estas tierras, habitada por burócratas del imperio y ricos mineros españoles el Potosí que no querían vivir en esa Villa Imperial por lo inhospito de su altura y clima. Y así, una torpeza sumada a una irresponsabilidad están enfrentado a las dos Bolivia, la que recién está naciendo y la que recién está aprendiendo a compartir los espacios. La capitalidad es una tontería más que ha sacado a relucir el racismo de unos y el rencor histórico de otro.

Y con esto se están jugando el nuevo pacto social por el que una Bolivia perdería sus privilegios históricos, y otra recuperaría sus derechos básicos.

Esas son las noticias de ahora, las de dos Bolivia enfrentadas por que ahora ambas son visibles.

 

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